ALQUIMIA
Si el cambio es motivo de angustia e incertidumbre para muchos, para Juan Carlos del Valle hay una aceptación de la naturaleza cambiante de la vida y más aún, un sentido esperanzador en la misma posibilidad de transformación profunda. Y esa transformación solo es posible a través del sufrimiento: morir para renacer, es decir, transmutar en oro pero solo después haber pasado por el poder purificador del fuego. Juan Carlos explora el poder transformador de la pintura y al mismo tiempo la transformación física de esta misma. En su serie de autorretratos Vera Icon, el artista emula el rostro ensangrentado de Cristo después del Viacrucis –recorrido doloroso que culmina en la Salvación– plasmándolo en telas cuya superficie desgasta y maltrata como si deseara que, al igual que él, la pintura misma experimentara una transformación, un cambio de naturaleza. Como un bloque de mantequilla que se derrite, la figura deviene en abstracción y la materia en espíritu.
Alquimia III
1997
Carbón sobre papel
34.5 x 49.2 cm